...como veían que resistía... fueron a buscar a otro.










ARGENTINA ME MATA Patricia Slukich - pslukich@losandes.com.ar

Quién no escuchó, o recitó, en su niñez aquel verso: “En el cielo las estrellas...”. Quién no escuchó “Mambrú se fue a la guerra...”. Quién no ve, en la imagen de “La bella durmiente” (la de Disney), a la princesita de belleza pura. Además, ¡no me va a decir que jamás cantó “Aurora”! Por estos motivos la obra que se estrena hoy puede ser de su interés. Por que, vea, se trata justamente de la mirada que los jóvenes que integran el elenco La Quinta Pata Teatro tienen sobre ciertos discursos que su generación anterior les dejó como herencia.

La obra se llama “En el campo las espinas” y es fruto de una larga investigación (desde abril de 2006) que elenco emprendió, inquieto por temas que les son propios. “Somos los chicos de la post dictadura, de la época de Disney, de los ’90, del versito de la primaria (por eso el nombre de la obra), y que hemos heredado, en este contexto, una visión distinta de la que tuvieron nuestros padres sobre la historia nacional -explica Laura Wich, una de las actrices; y concluye Federico Ortega, actor y director de la puesta-. De allí partimos para trabajar sobre la violencia, esa mirada tan trillada de la ‘patria’, ese estereotipo que se ve claramente en los símbolos patrios y que hemos ido consumiendo en nuestra infancia”.



El material en el que indagaron, para extraer el texto que es de creación colectiva, no podía ser más ecléctico: “Brecht, los musicuentos, la Bella Durmiente de Disney, Anouilh, Octavio Paz, canciones patrias, Dante Alighieri, Eurípides y ‘Las troyanas’; entre muchos otros”, enumera Federico. De ese salpicón el elenco extrajo la idea de la obra que, más que en el texto, queda plasmada en su puesta en escena.“Nuestro planteo se centra en el trabajo espacial. Se propone un escenario circular en el que se juega con la contraposición entre teatralidad y no-teatralidad -dice Federico y clarifica Amanda Bond, otra de las actrices-. El público es un observador pero está incluido en la puesta: cumple ese rol sobre el escenario. De hecho el personaje que tiene una mirada omnisciente del conflicto, forma parte de esa platea circular”. Continúa Laura: “En ese mundo circular que es la obra: sin tiempo, ni espacio, ni lugar determinados, existe un encadenamiento de situaciones y relaciones simultáneas entre los personajes. Todo pasa al mismo tiempo”.
Esta interesante vuelta de tuerca a los sondeos conceptuales que Grotowsky propone respecto de la recepción, se completa con las significaciones que cada personaje tiene dentro de la puesta y el modo de abordaje de lo teatral. “Es una historia simple y trillada, esquemática (como un cuento para niños), en el que un general-dictador y una bella mujer se empeñan en hacer que todos los personajes adopten un ‘canto único’. El conflicto está dado en cómo se intenta hacer que esto suceda”.Todo es artificio exacerbado: desde la iluminación (que visiblemente, como si él tuviese los hilos de la vida y la muerte de cada personaje) uno de ellos digita desde esa platea circular, hasta el vestuario -en el que conviven de manera explícita los rasgos característicos de cada personaje-; pasando por el trabajo actoral, eminentemente físico y vocal.
El resultado estético y temático de “En el campo las espinas” sería una “visión satírica, irónica, hilarante” -dicen-.Una vaca como protagonista (ícono de la Sociedad Rural), un general despótico, una líder femenina, una mujer que arrastra a su hijo muerto, una suerte de “dios” glamoroso y obsoleto son algunos de los estereotipos-personajes que conviven en esta historia. Una historia, la nuestra, que nos será contada por esos jóvenes que no la vivieron de “primera mano” pero crecieron bajo los efectos de ese pasado. Una escenificación de la “pizza con champán” de los ’90 y el “sushi” de los 2000, según la mirada de aquellos niños que vieron la luz durante la entusiasta democracia del ’83. Toda una provocativa propuesta, ¿no cree?

Una estocada al corazón,
un balazo directo a la canción.


Estampas y el espanto;


actores que intentan el rito circular del teatro.

Pero hay espinas, un campo minado, uniformes, sotanas, teléfonos descompuestos, y la muerte rondando.


En el medio de los pechos una república sangrante, la zozobra y un silbo mutilado.


Una vaca desguazándose atraviesa la escena y la acuchilla. Pero el intento es circular y estalla el rito a pesar de los bozales y los mantos de olvido.


Entonces, entre los escombros y el latido, latiga la pregunta:


¿Habrá de renacer otra vez la canción?


Pero a no confundirse,

en esta ceremonia no se pretende una respuesta mesiánica y salvadora.

Esto apenas es ¿una obra de teatro?