El material en el que indagaron, para extraer el texto que es de creación colectiva, no podía ser más ecléctico: “Brecht, los musicuentos, la Bella Durmiente de Disney, Anouilh, Octavio Paz, canciones patrias, Dante Alighieri, Eurípides y ‘Las troyanas’; entre muchos otros”, enumera Federico. De ese salpicón el elenco extrajo la idea de la obra que, más que en el texto, queda plasmada en su puesta en escena.“Nuestro planteo se centra en el trabajo espacial. Se propone un escenario circular en el que se juega con la contraposición entre teatralidad y no-teatralidad -dice Federico y clarifica Amanda Bond, otra de las actrices-. El público es un observador pero está incluido en la puesta: cumple ese rol sobre el escenario. De hecho el personaje que tiene una mirada omnisciente del conflicto, forma parte de esa platea circular”. Continúa Laura: “En ese mundo circular que es la obra: sin tiempo, ni espacio, ni lugar determinados, existe un encadenamiento de situaciones y relaciones simultáneas entre los personajes. Todo pasa al mismo tiempo”.
Esta interesante vuelta de tuerca a los sondeos conceptuales que Grotowsky propone respecto de la recepción, se completa con las significaciones que cada personaje tiene dentro de la puesta y el modo de abordaje de lo teatral. “Es una historia simple y trillada, esquemática (como un cuento para niños), en el que un general-dictador y una bella mujer se empeñan en hacer que todos los personajes adopten un ‘canto único’. El conflicto está dado en cómo se intenta hacer que esto suceda”.Todo es artificio exacerbado: desde la iluminación (que visiblemente, como si él tuviese los hilos de la vida y la muerte de cada personaje) uno de ellos digita desde esa platea circular, hasta el vestuario -en el que conviven de manera explícita los rasgos característicos de cada personaje-; pasando por el trabajo actoral, eminentemente físico y vocal.
El resultado estético y temático de “En el campo las espinas” sería una “visión satírica, irónica, hilarante” -dicen-.Una vaca como protagonista (ícono de la Sociedad Rural), un general despótico, una líder femenina, una mujer que arrastra a su hijo muerto, una suerte de “dios” glamoroso y obsoleto son algunos de los estereotipos-personajes que conviven en esta historia. Una historia, la nuestra, que nos será contada por esos jóvenes que no la vivieron de “primera mano” pero crecieron bajo los efectos de ese pasado. Una escenificación de la “pizza con champán” de los ’90 y el “sushi” de los 2000, según la mirada de aquellos niños que vieron la luz durante la entusiasta democracia del ’83. Toda una provocativa propuesta, ¿no cree?

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